lunes, 21 de septiembre de 2009

Sibila y su gruta

En el libro VI de la Eneida, se describe la gruta de la Sibila como “una recóndita inmensa caverna a la que conducen cien anchas bocas y cien puertas" como una “celda inviolada” donde habita la cumea Sibila. En realidad, Sibila de Cumas era natural de Eritrea, una ciudad de Jonia situada en la costa oeste de la actual Turquía. Hija de Teodoro y de una ninfa, se cuenta de ella que nació en una gruta del monte Córico, con el don de la profecía. Se la conocía como Sibila de Cumas porque pasó la mayor parte de su vida en esta ciudad situada en la costa de Campania (Italia).
Fue considerada como la más importante de las diez
sibilas conocidas. Sibila de Cumas fue conocida igualmente como la Deífoba (en forma de dios). En este sentido, Apolo era el dios que inspiraba las profecías de las sibilas, y cuando a ésta le prometió concederle un gran deseo, la sibila cogió un puñado de arena en su mano y pidió vivir tantos años como partículas de tierra había cogido, pero se le olvidó pedir la eterna juventud, así es que con los años empezó a consumirse tanto que tuvieron que encerrarla en una jaula que colgaron en el templo de Apolo, en Cumas. La leyenda dice que vivió nueve vidas humanas de 110 años cada una.
También se cuenta de ella -y así lo recoge la
Eneida- que en una ocasión guió a Eneas, príncipe troyano, a través del Hades para visitar a su padre Anquises. En otra ocasión se presentó ante el rey romano Tarquinio el Soberbio como una mujer muy anciana y le ofreció nueve libros proféticos a un precio extremadamente alto. Tarquino se negó pensando en conseguirlos más baratos y entonces la sibila destruyó tres de los libros. A continuación le ofreció los seis restantes al mismo precio que al principio; Tarquinio se negó de nuevo y ella destruyó otros tres. Ante el temor de que desaparecieran todos, el rey aceptó comprar los tres últimos pero pagó por ellos el precio que la sibila había pedido por los nueve. Estos tres libros fueron guardados en el templo de Júpiter y eran consultados en situaciones muy especiales. En 83 a. C. el fuego destruyó los llamados Libros Sibilinos originales y hubo que formar una nueva colección que no ha llegado hasta nuestros días porque en 405 también se destruyeron. Estos libros ejercieron gran influencia en la religión romana hasta el reinado de Augusto.

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